Madrid, Costa Fleming (1975) es una película de historias cruzadas de los inquilinos y agentes inmobiliarios de un edificio situado en la calle Doctor Fleming, de Madrid en pleno boom de la construcción. A partir del best seller homónimo del militar y humorista Ángel Palomino, José María Forqué intenta adentrarse por la vereda del esperpento coral, sin dejar de lado la crítica de costumbres. Como también se abandona a algunas veleidades poéticas —en uno de los pisos las palomas vuelan por doquier— y no descarta la escatología —la nueva vendedora debe vaciar la cisterna del inodoro del piso en venta porque siempre “ha pasado antes un albañil”—, las escenas se suceden sin mucha ligazón secuencial o genérica. Los principales hilos argumentales conciernen a la nueva vendedora (Verónica Forqué, hija del director), joven idealista abocada a tratar con un constructor sin escrúpulos (Agustín González); un jubilado (Ismael Merlo) que pretende vivir lo que le quede disfrutando de la vida gracias al alquiler de los siete apartamentos que ha comprado; la baronesa de Corinto (Mari Carmen Prendes), una proxeneta que explota sin contemplaciones a las chicas (Claudia Gravy, África Pratt...) que pretenden ejercer la prostitución en el barrio; y un hipócrita ya talludito (Luis Peña), dispuesto a volver a tomar las armas con tal de acabar con la oleada de inmoralidad que asola España. El hundimiento de un nuevo edificio en construcción —sin víctimas, eso sí— y el embarazo de todas las chicas, se presentan como catástrofes paralelas que conducen a una solución no exenta de cinismo de dos de las historias principales.
Forqué planifica con brío la mayor parte del metraje, saca lo mejor de un reparto entregado a componer personajes caricaturescos y resuelve con seguridad la escena más comprometida: la del derrumbamiento del edificio. Sin embargo, en el filo del moralismo termina cediendo al subrayado enfático, lo que confiere a Madrid, Costa Fleming una pátina de película trasnochada en el momento de su estreno.
La adaptación de la novela de Segundo Serrano Poncela El hombre de la cruz verde era un proyecto largamente acariciado por Forqué. Con la colaboración de Hermógenes Sáinz en la adaptación y un reparto internacional encabezado por Jon Finch y Julliet Mills, Forqué se lanza El segundo poder (1976)a una producción de prestigio con mayor empeño en los departamentos de escenografía, ambientación y vestuario, como corresponde al género. Sin embargo, siempre fiel a sus querencias, Forqué no construye únicamente un gran espectáculo “de época”, sino que se embarca en una historia policiaca protagonizada por un agente del Santo Oficio (Finch): debe averiguar por orden del Inquisidor (Fernando Rey) quién fue el causante de la caída del príncipe Carlos, hijo de Felipe II, que lo tiene entre la vida y la muerte. Más que la verdad importa la exculpación del rijoso hijo del monarca. La víctima propiciatoria es Laurencia (Verónica Forqué), una muchacha ingenua que terminará en la hoguera según la (mala) costumbre de la época. La cinta se estrena en febrero de 1977, cuando, como bien decía el crítico de ABC [19 de febrero de 1977, pág. 52] “la historia que interesa más es la reciente del país”.
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