domingo, 7 de julio de 2024

klimovsky, el estajanovista (13)

En algún momento Klimovsky se casó con la húngara Erzsébet Haraszti (1926-2018), aunque llevaba el apellido de su primer marido. Había estudiado ballet y cinematografía en Budapest. Tenía veintinueve años cuando las tropas soviéticas invaden Hungría. Acaso por casualidad, ella se encontraba entonces en España visitando a su madre. No regresó. Estuvo trabajando como guionista para la BBC. Desde que organizara las coreografías de las Doris Girls en ¡SOS, abuelita! (1959), Elisabeth/Erika Szel se convierte en una presencia constante en la filmografía de Klimovosy, asumiendo tareas de secretaria de producción, ayudante de dirección o secretaria de rodaje. Pero también publica varias traducciones y novelas como Operación Noche y Niebla, La mujer armiño —de la que Juan Guerrero Zamora hace una adaptación televisiva en 1966 titulada El caballero de la mano en el pecho—, No apta para menores —“Dolce vita tras el telón de acero”, decían los reclamos—, Balada de cárceles y rameras o Ven a morir a Ámsterdam, además de responsabilizarse de la novelización de La casa de las Chivas. Las primeras, al menos, estaban redactadas en húngaro y fueron traducidas al castellano por Klimovsky. [“Elisabeth Szel narra los amores del Greco con Jerónima de las Cuevas”, en Pueblo, 1 de diciembre de 1962, pág. 8.]

 
 
Urdió el argumento de Los hombres las prefieren viudas (1970) e intervino en varios guiones, entre ellos el de Una señora llamada Andrés (Julio Buchs, 1970) y en el origen de la reelaboración del mismo asunto por parte de Klimovsky: Odio mi cuerpo (1974). En cualquier caso, el realizador consideraba estos dos títulos sus películas más personales.

Aunque el prólogo de Los hombres las prefieren viudas —un tanto calcado de La niña de luto (Manuel Summers, 1964)— hacía presagiar una comedia negra, resulta que no, que se trata de una comedia blanquísima y un poco tontorrona cuyos chistes vienen a ser del tenor de este que cruzan el director de una agencia de viajes (Adriano Domínguez) y Carlos Valcárcel (Tomy Saad) el apuesto propietario del hotel PuertaMar de Almuñécar. En la agencia trabaja Marisa (María Mahor), a la que sus compañeros llaman "la viudita", por el luto riguroso e inquebrantable. Pero el encuentro con el propietario del hotel hace surgir en Marisa la esperanza del idilio y empujada por Amelia (María Isbert), una compañera de trabajo más echada p'alante que ella, deciden pasar las vacaciones en el hotel de Almuñécar. Como a Carlos le ha interesado precisamente porque ha perdido a su marido, Marisa se ha fingido viuda de Raimundo Codina (Juanjo Menéndez), un ligón impenitente que precisamente ha ido a pasar unos días en el hotel con una mujer que no es la suya. También ésta (Laly Soldevila) aparecerá por allí. Y Amelia se enamorará de un detective aficionado (Tomás Blanco).

Y así, a base de malentendidos y mentiras sobre mentiras evoluciona el argumento de un modo un tanto mecánico y sin que Klimovsky logre imprimirle un ritmo que el guión tampoco le proporciona, toda vez que María Isbert y Laly Soldevila son las únicas capaces de imprimir auténtica vis cómica a cada escena en la que aparecen. El libreto, obra de Ramón Torrado y de Heriberto Sánchez Valdés, parte de un argumento de Elisabeth Szel, la mujer de Klimovsky.

De Odio mi cuerpo, ya contamos sus incidentes con la censura. Narciso Ibáñez Menta era un científico nazi que culminaba el experimento que no había logrado realizar en Alemania: el trasplante del cerebro de un moribundo a una mujer afectada por un tumor cerebral. El hombre (Manuel de Blas) queda atrapado en el cuerpo de la mujer (Alexandra Bastedo) y, con su nueva apariencia, debe reprimir sus deseos hacia su compañera de piso (Eva León) y, en cambio, rechaza los avances del capataz de la fábrica (Manolo Zarzo) en la que no tiene más remedio que emplearse pues sus conocimientos como ingeniero de nada le valen en su antigua empresa. Es así como decidirá aliarse con Pedro (Byron Mabe), un antiguo amigo y actual amante de su mujer (María Silva), para sacarle a ésta la mitad del dinero del seguro de vida que perdería íntegro si se descubriera que Ernesto sigue vivo.

Odio mi cuerpo es una película tan escindida como su personaje principal. Por una parte, pura explotación, con su científico chalado, su robo de cadáveres, su flagelación en el bosque, su argumentación a propósito de la transexualidad por parte del psiquiatra, sus sugerencias de lesbianismo... Por otra, una reivindicación sin ambages de la igualdad de derechos de la mujer en un mundo profesional dominado por los hombres y en el que a ella sólo le queda la posibilidad de ser una subalterna eficaz durante el día y una hembra complaciente por la noche.

Una vez más, Klimovsky practica la doble versión. Al menos, así se deduce de la exigencia de la comisión de censura italiana —la película se estrena allí tardíamente, en 1981, como Supersexy Vamp— de que se corten exactamente 3,20 metros en la escena del cuarto rollo "en la que aparece un pecho en primer término en la relación lésbica". [https://www.italiataglia.it/]

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