Miguel Lluch, que se ha ocupado de los decorados de las películas de Ignacio F. Iquino desde principios de la década de los cincuenta, debuta en la dirección con La montaña sin ley (1953). Se trata de una historia de aventuras en la que lo que menos importa es la contextualización histórica o la psicología de los personajes, porque anda, en cambio, sobrada de movimiento, acción y peripecias.
El guión es obra de José Germán Huici en solitario, aunque en el futuro trabajaría prácticamente siempre en comandita con Julio Coll. Iquino lo somete a censura previa en 1949, después de su ruptura con Emisora Films, y lo detalla como una de sus producciones para 1951, con Raúl Alfonso como director previsto. ["Iquino anticipa sus proyectos", en Primer Plano, núm. 552. 13 de mayo de 1951.] El aplazamiento del rodaje otros doce meses supondrá su sustitución por Lluch y el reemplazamiento completo del elenco inicialmente previsto. Buena parte del reparto definitivo -e imaginamos que de la caballada- preceden de Bronce y luna (1953), la producción inmediatamente anterior de Iquino: es más, si atendemos a los papeles oficiales ambos rodajes se habrían solapado la primera semana de octubre de 1952. [Antonio Cuevas (ed.): Anuario del Cine Español 1955-56. Madrid: Sindicato Nacional del Espectáculo, 1956.]
En Bronce y luna ha tomado la alternativa como realizador Javier Setó y Miguel Lluch aparece acreditado como responsable de la "dirección artística". La diferencia más notable es que Bronce y luna se rueda en color -por el procedimiento autóctono Cinefotocolor- y La montaña sin ley es monocroma; también que la cotizada Ana Esmeralda sea reemplazada por Teresita Abad, promesa incipiente del baile español y que sólo intervenía en la cinta anterior en algún número de baile. El semanario Dígame reproduce entonces estas delaraciones suyas:
Ha manifestado en Barcelona la gran bailarina española y clásica María Teresa Abad que su éxito en el papel de protagonista de la película La montaña sin ley no le ha inducido a "dejarlo todo por el cine", porque considera que el teatro y el cine se pueden alternar e incluso ayudarse mutuamente. Ha puesto de relieve María Teresa Abad que fue el teatro el que la destacó y que sus directores en el séptimo arte son todos ellos fervorosos de Talía. [R.: "Respetable público...", en Dígame, s/f.]
Y es que durante los cuatro años previos su presencia en los espectáculo de variedades y salas de fiestas de Barcelona ha sido permanente. Su única otra comparecencia en la pantalla -que nos conste- se da en el cortometraje musical Sol andaluz (Domenech Bou, 1954). Luego, su nombre desaparece de las carteleras hasta finales de la década, cuando vuelve a los escenarios de nuevo como bailarina de clásico español.
El personaje que interpreta María Teresa Abad (la gitana María o Mariquilla) es el más ingrato de la película. Traiciona a los suyos por salvar la vida de Ricardo (José Suárez), un correo que, para llevar hasta la Corte el cofrecillo que se le ha entregado en custodia, se verá primero preso y luego cabecilla de una partida de bandoleros aparentemenete dirigida por El Escribano (Luis Induni). Sin embargo, éste recibe a través del telégrafo óptico -lo único que puede correr más raudo que el caballo de Ricardo- unas instrucciones que luego descifra gracias a un libro de claves. Cuando Ricardo venza al Escribano, su objetivo será descubrir quién es el informador y el que se lleva la parte del león de los botines con los que se hace la partida asaltando diligencias. Contará para ello con la ayuda de la citada gitanilla y de su tío, El
Pistolas (Paco Martinez Soria), un bandolero fanfarrón y
habilísimo para el disfraz. De paso, Ricardo intentará ganarse el
corazón de la bella Aurora (Isabel de Castro), por mucho que María le haya salvado la vida y haya traicionado a los de la partida. Pero el padre de Aurora la ha
prometido en matrimonio con el cacique local don Rafael (Barta Barri), que ya se ha enfrentado con Ricardo al principio de la cinta porque ambicionaba su caballo para dedicarlo al rejoneo.
Estereotipos, como se ve, vistos en mil películas y leídos en mil tebeos del género. Si a todo ello le sumamos que Iquino ya ha ensayado el género bandoleril como director y productor en Diego Corrientes (1937) y el cine de aventuras en el marco de las guerrillas antinapoleónicas en El tambor del Bruch (1948) tendremos completa la ecuación de La montaña sin ley como producto de consumo. ¿Qué aporta Lluch entonces? Un dinamismo y una contundencia dignos del mejor wéstern de serie B; también un ritmo sostenido que impide que el interés decaiga un solo momento. Heredera de las aventuras de Robin Hood y del Zorro, la cinta sólo queda ligeramente descompensada cuando cede al protagonismo cómico de Paco Martínez Soria y el tempo general debe adaptarse a sus gags en lugar de a la inversa. Pero, incluso los bailes de María -zapateados y por alegrías- están plenamente justficados por la acción. Otros factores destacables son el porcentaje rotundo de localizaciones en exteriores naturales y la alternancia de la cámara en mano con algunos encuadres inesperados.
En su monografía sobre el guionista José Germán Huici [Pamplona: Filmoteca de Navarra, 2021, págs. 49-50.], Miguel Zozaya detecta uno de los típicos casos de adulteración tan habituales en la filmografía de Iquino como productor. La montaña sin ley se estrenó en Francia con el título de Zorro se démasque, trasladando mediante el doblaje en francés la acción a California y presentando al personaje interpretado por José Suárez como el antiguo justiciero que ha decidido dejar atrás la máscara para seguir combatiendo a los poderosos. Ya vimos que otra producción de Iquino, José María (José María Forn, 1963), fue objeto de una operación similar cuando se estrenó en Italia como Giorno di fuoco a Red River. [http://documentitosdeunindocumentado.blogspot.com/2020/06/el-rey-de-andalucia-y-monterrey.html]
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