domingo, 24 de marzo de 2024

espartaco santoni, los hermanos balcázar y los pseudobonds venezolanos

El hombre de Caracas / Il coraggioso, lo spietato, il traditore / Acción en Caracas (Juan Xiol Marchal y Edoardo Mulargia, 1967) y Goldface / Goldface, il fantástico superman (Bitto Albertini, 1967) son sendas coproducciones entre la italiana Cineproduzioni Associate de los hermanos Maggi, los también hermanos Balcázar y, aunque no figure oficialmente en parte alguna, un grupo de inversores venezolanos a través de la compañía de Espartaco Santoni. [Piti Español: Josep Anton Pérez Giner: La veritable historia de l’innombrable. Barcelona: Pòrtic / Filmoteca de Catalunya, pág. 88.] Al parecer, se ruedan back to back con, pero a Venezuela sólo viajan el jefe de producción Pérez Giner y el decorador José Antonio de la Guerra. Allí reside por entonces el abogado sevillano Víctor Barrera, que terminará asumiendo el papel de teniente de policía en Goldface. [La abadía de Berzano: "Entrevista a Víctor Barrera, aka Víctor Alcázar, aka Vic Winner".]

El argumento y el guión de El hombre de Caracas quedan acreditados a nombre del italiano Franco Enna, aunque algunas fuentes citan también a José Antonio de la Loma. En la copia española la montadora es Teresa Alcocer, jefa del departamento en Balcázar, y como director único Xiol Marchal, aunque Hélène Chanel, una de las actrices, asegura que en el rodaje sólo estuvo Mulargia. [Citada en Daniele Magni: Segretissimi: Dizionario dei film spionistici italiani anni '60. Milán: Bloodbuster edizioni, 2020, pág. 83.] En la copia italiana el crédito reza: “Una película de Edward G. Muller [Edoardo Mulargia] / dirigida por Juan Xiol Marchal”. 

El argumento, según sigue... Un grupo guerrillero asalta un convoy militar de transporte de armas y mata a sangre fría a los militares que le daban escolta. El teniente Vargas (Espartaco Santoni), que se hace pasar por un oficial acusado de alta traición, aprovecha un traslado a la enfermería para escapar del campo de prisioneros e incorporarse a la organización que suministra armamento a la guerrilla. El espectador sabe desde el principio que es un infiltrado y que su objetivo es desenmascarar al cabecilla.

En lo que concierne al género, El hombre Caracas es una película de aventuras. El primer cuarto de hora se atiene a las convenciones del cine presidiario, prosigue con la intriga sobre si Vargas será capaz de sobrevivir a la trampa en la que se ha metido y, de pronto, después de una hora de metraje, se instala en el tópico spionistico con la pelea en el teleférico de la capital venezolana —en el ciclo 007 no llega hasta On Her Majesty’s Secret Service (Al servicio de Su Majestad, Peter Hunt, 1969)— y la reunión de traficantes de armas literalmente en la cumbre del Cerro Ávila. Y todavía queda una persecución por tierra, mar y aire entre las torres de perforación petrolífera del lago Maracaibo, rodada con medios —coches de policía, lanchas, helicópteros— pero en la que Vargas no tiene protagonismo. Por lo demás, es un agente propenso al masoquismo, pues recibe innumerables palizas, algunas de las cuales le dejan marcado para una buena temporada. El final, aunque en clave cómica, no es una excepción.

Goldface es consecuencia inmediata del éxito de Superargo, el hombre enmascarado / Superargo contro Diabolikus (Nick Nostro, 1966), que produjo en Italia un pequeño boom de este tipo de producciones protagonizadas por superhéroes más o menos enmascarados. [Marcos Muñoz Vera: Más rápido que una bala: El cine de superhéroes en 50 películas. Barcelona: Editorial UOC, 2021.] El rodaje latinoamericano favorece que el enmascarado sea en esta ocasión un luchador apodado “Goldface” —Cara Dorada— en alusión nada sutil a Santo, el Enmascarado de Plata.

El guión, en la versión italiana, está firmado por Bitto Albertini, Palmambrogio Molteni e Italo Fasan, aunque en la española aparece también acreditado Jaime Jesús Balcázar, según la norma de la casa. El potaje, cocinado a seis u ocho manos, presenta una serie de atentados cometidos por el misterioso “El Cobra” contra las instalaciones de las empresas más prósperas de Venezuela. Entre ellas están las de Matthews (Hugo Pimentel), en cuyos laboratorios trabaja el pusilánime y mujeriego doctor Vilar (Santoni, para la ocasión “Robert Anthony”). Matthews decide pagar los dos millones de dólares que exige El Cobra para dejar los sabotajes y el joven científico se ofrece voluntario para hacer la entrega del dinero. El asunto no tiene demasiado misterio porque al punto descubriremos que Vilar no es otro que el invencible Goldface, campeón del cuadrilátero y justiciero a tiempo completo. A partir de entonces, las aventuras se suceden sin tregua: escalada de edificios, persecuciones en moto o avioneta, combates en el ring... Además de esta escenas de acción, el despliegue de medios en el asalto final a la base secreta de El Cobra es considerable y si las situaciones no revisten más espectacularidad es por la impericia de Albertini para ofrecernos algo que no sea una serie de viñetas de tebeo en pantalla grande.

Acompaña siempre a Goldface el forzudo Lotario. En una ocasión, para despistar a los villanos, también él se disfrazará de Goldface. A la doble identidad del protagonista y la artimaña favorecida por el disfraz y la máscara, hay que sumar que también sus enemigos hacen luchar en el ring a un “rudo” con su uniforme a fin de desacreditarlo y que El Cobra resulta no ser otro que —redoble— el propio Matthews, de modo que la duplicidad se convierte en el auténtico leitmotiv de la cinta, más allá de la megalomanía del villano y la integridad del héroe.

En una pirueta humorística final, solo una mujer (Evi Marandi) logrará vencer al luchador por puesta de espalda, mientras el locutor de la velada promete nuevos encuentros con el personaje que nunca tendrán lugar. Goldface se estrena en Italia el mismo año de su realización, pero en España habrá que esperar a 1972 y entonces “se presentó como producción totalmente italiana sin mencionarse la supuesta aportación de P. C. Balcázar”. [Rafael de España y Salvador Juan i Babot: Balcázar Producciones Cinematográficas: Más allá de Esplugas City. Barcelona: Universitat de Barcelona, 2005, pág. 111.]

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