domingo, 30 de octubre de 2016

panorama del cine criminal barcelonés (4)



La concepción de Relato policíaco (Antonio Isasi-Isasmendi, 1954) está más próxima al amateurismo que a la industria. Isasi lleva varios años trabajando como montador para Emisora, pero ha comprado una cámara y en sus ratos libres concibe una película que pueda hacer con un grupo de amigos. Se trasladan para ello a las cercanías de Tortosa, en el delta del Ebro, y ruedan con la cámara de cuerda de Isasi, negativo adquirido de estraperlo y una motocicleta como medio de transporte para todo el equipo.

La historia arranca con un cadáver rescatado del río. Es el de un tal Jacques, que el juez de instrucción descubre que se había detenido con una mujer en una masía cercana para arreglar su coche. Siguiendo a la mujer dan con Tomás, el hijo de Anselmo (Luis Induni), que ha tenido participación en un asunto relacionado con el contrabando de automóviles. Tomás huye por el río. ¿Es lícito que el agente que le sigue dispare contra él a fin de neutralizar su fuga?

El mediometraje lleva un par de años enlatado. Isasi encuentra trabajo como montador con la familia Balcázar, peleteros reconvertidos en productores cinematográficos, que han probado (mala) suerte en 1951 con un drama histórico Catalina de Inglaterra (Arturo Ruiz Castillo, 1951). Su siguiente intento sigue la senda de la comercialidad manifiesta. Se trata de una comedia de ambiente futbolístico titulada Once pares de botas (Rovira Beleta, 1954). Durante el montaje de esta cinta, en la sala de proyección de Warner Española, Isasi les propone a los Balcázar rodar otro episodio y unas escenas de engarce y estrenarlo como un largometraje. Los peleteros ofrecen una cantidad irrisoria por todo, pero Isasi está ansioso por debutar como director. El segundo episodio también girará en torno a la utilización de las armas de fuego por parte de los agentes del orden.
—Disparar es sencillo —afirma el comisario Nogués (Conrado San Martín)—. El cuándo y el cómo es lo que importa.

Y es que, para hilvanar las dos historias, el director le ha pedido una jornada de favor a Conrado San Martín, a cuyo lanzamiento ha contribuido como guionista de Apartado de Correos 1001. Se encierran en unas dependencias de la Universidad de Barcelona y en 24 horas ininterrumpidas (según el actor) o 36 (según el director) se ruedan las secuencias de la entrega de diplomas a los nuevos agentes y la charla ejemplarizante que da pie a la inserción de los dos episodios independientes.
Este “más difícil todavía” de planificación y montaje suele centrar todas las incursiones en el anecdotario de la película. Los productores hicieron de las carencias virtud y se apuntaron a la “escuela verista” para justificar la utilización de intérpretes aficionados y escenarios naturales. Lo cierto es que Isasi da muestras de una gran sabiduría cinematográfica y el conjunto no delata sus carencias aunque sí, claro, sus costuras.

En el apartado fotográfico figuran juntos los hermanos Gutiérrez Larraya. Aurelio, el menor, lleva la cámara y será responsable de la fotografía de varias películas de nuestro ciclo de principios de los años sesenta. Federico, que se encarga de la iluminación en ésta, ya había participado en Apartado de Correos 1001. Este mismo año fotografía también El fugitivo de Amberes (Miguel Iglesias, 1955).

No hay comentarios:

Publicar un comentario